Por más que se ha exigido claridad, por más que se han levantado voces desde distintos sectores sociales, el proyecto IBERPARKING sigue estancado en un limbo de indiferencia institucional. No hay avances, no hay respuestas, y lo más alarmante: no hay voluntad.
Mientras las autoridades se aferran a discursos prefabricados sobre modernidad y gobernanza, el ciudadano de a pie sigue lidiando con tarifas por estacionarse, espacios insuficientes y una gestión opaca que jamás pidió. El Gobierno parece más preocupado en posar para la foto que en resolver lo que verdaderamente irrita a las y los tecatenses. La política de escaparate ha desplazado a la política de calle.

IBERPARKING es hoy un símbolo de lo que no debe hacerse: imponer sin consultar, cobrar sin explicar y desaparecer sin rendir cuentas. ¿Dónde están los responsables? ¿Quién fiscaliza este despropósito? ¿Cuándo se pondrá en la balanza el malestar ciudadano?
La desinformación no es casual. Es estrategia. Y el desinterés no es incapacidad: es prioridad mal asignada. La autoridad ha demostrado que sí puede reaccionar rápido… cuando le conviene. Pero cuando se trata de lo que de verdad duele a la ciudadanía —el bolsillo, la movilidad, el acceso justo al espacio público—, entonces el silencio se convierte en la única respuesta.
No se trata solo de parquímetros. Se trata del derecho a la ciudad, de transparencia, de dignidad. Y cada día que pasa sin avances, sin explicaciones, sin correcciones, es un día más en que el Gobierno decide no estar del lado de la gente. Porque aquí no se olvida, y tarde o temprano, el costo de la indiferencia lo pagarán en las urnas.

